Es fácil sucumbir a la tentación gastronómica bajo las bóvedas ojivales de este antiguo lugar de culto gótico. Una capilla del siglo XVI (San Vicente) donde se pueden disfrutar devotamente mil y una sugerencias de máxima frescura y calidad. Luego viene el ritual de los postres, las «pequeñas delicias» de chocolate y la trilogía de sus crèmes brulées. Servicio atento y esmerado.
Raviolis de foie gras y pato confitado con gelatina de membrillo
Pichón en costra de especias, ahumado con café de Kenia, col roja confitada al vino de Chinon
Delicias de chocolate y fruta